Susan Rivera
La Tertulia 49 ¡Era abril de 2014! Llegaron Danny, Luis y Mami a mi casa. Ella se encontraba en su mundo de fantasías y de recuerdos de un ayer lejano para nosotros, pero tan vivido para sí misma. Y todos nosotros nos encontrábamos con cara de tristeza, culpabilidad, incredulidad, rabia y de confusión, entre otros sentimientos, que más bien parecía que íbamos para el funeral de nuestra madre en vida. No era un día normal para ninguno; no lo era. Estábamos a pocas horas de terminar la costumbre de llevar a mi mamá a mi casa para cuidarla, en lo que mi hermano trabajaba o hacía sus cosas personales o de “carretearla para todos lados”. Mis hermanos y yo nos negábamos a aceptar la terrible realidad de que aquella mujer fuerte y sometida no era la misma, que repetía una y otra vez las mismas historias, que tenía amigas imaginarias frente al espejo, que a veces pasaba mucho trabajo reconociéndonos. En nuestra desesperación de querer que las cosas siguieran igual a como eran antes, nos encaminamos en una gira local buscando terceras y cuartas opiniones médicas. - “¡¿Qué mami tiene qué?!”- era mi grito interno de desesperación, intentando no levantar sospechas ante nadie de mi temor. O, quizás, era una estrategia de defensa para evitar que la enfermedad se convirtiera en nuestra cruda realidad, como si con no hablar del tema fuera a desaparecerse.
Llegamos al lugar donde la iban a cuidar las 24 horas del día, los 7 días de la semana… Luego de firmar tantos papeles (que nos hacían sentir como los peores seres humanos al delegar su cuidado diario a otras manos que no fueran las nuestras), llegó el momento de despedirnos. - “¿Cómo que no podemos cuidarla más? ¿Qué clase de hijos somos?”. Entre lágrima y lágrima, hacíamos chistes para disimular tanto dolor, rabia, frustración y hasta derrota. Sí, derrota ante el avance del Alzheimer en mi mamá. - “¿Por qué ella? ¿Por qué mami? Si hacía ejercicios a diario, leía todos los días su Biblia, sus comidas eran saludables… Y entonces, ¿qué?” Y así, muchas preguntas y dudas. Le dijimos que se iba a quedar en un “Campamento de la iglesia” para que se quedara tranquila.
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By Rosana Medina
La Tertulia 49 I woke up that day with a mixture of uncertainty and fear as I started to read the news on Twitter. As I read the first tweet, my heart froze and I exclaimed "It cannot be!" A numbing sensation took over my body like a white cloud resembling the news of a loved one that had just died. Fear ran through my veins as the red river districts made this important decision. And sadness invaded my heart as it did in the states that were marked blue that morning. I turned up the television and a sense of relief mixed with disbelief invaded my soul. I thought at least I am not alone. The reporters showed, again and again, faces that mourned and that were filled with dismay. They showed how people from all over our nation filled the streets protesting by using slogans such as #Not My President. Protests spread all over our country. Shock invaded everyone’s mind. The streets of Florida, Chicago, New York, California, Atlanta, Texas, Seattle, Oregon, and Washington DC were flooded by resistance and agitation. Rallies everywhere echoed the voices of thousands of people that screamed “Stop Hate!, No Wall!, Stop Racism!, and Stand Against Bigotry!” People emerged on to the streets and outpoured their feelings on that day.
The world watched and feared for the inevitable ripple effect of this political outcome. And surprisingly, I saw a sense of solidarity that I haven't seen in a long time. I mourned and the world mourned with me. Protests erupted around the world; Europe, the Middle East and Australia demonstrated their solidarity as I watched on TV more rallies and protest piñatas. In Spain’s newspaper, El País, the headline read “United States fears total paralysis.” Gerard Araud, French ambassador to Washington, tweeted “Après Brexit et cette élection, tout eset desormais possible” which translates as “After Brexit and this election, anything is now possible.” The world saw firsthand how the global stock market plunged and how, suddenly, a decision that was taken miles away affected them directly.
Antonio Sajid López
La Tertulia 49 "Errar es un sumergimiento en los olores y los sabores, en las sensaciones de la ciudad. El cuerpo que yerra 'conoce' en/con su desplazamiento." Néstor Perlongher Que si necesitamos entregar una copia de cada una de las cuentas de banco que poseamos; que si también necesitan revisar los últimos talonarios de mi entrada económica mensual; que por qué aparece en mi historial de crédito una cuenta pagada en estado de delincuencia; que si necesitan revisar los seguros, las cuotas, las planillas sobre ingreso, los contratos de arrendamiento de las propiedades habidas; que si es menester redactar una declaración que explique por qué se pagaron unas cuentas en atraso; que si necesitan otra carta firmada que exprese nuestro conocimiento pleno sobre las políticas del banco en cuanto a los límites de aportación de los vendedores en los gastos de cierre; que si necesitaran revisar nuestro crédito por segunda vez habría que firmar otra declaración; que si no entregamos una copia del contrato de arrendamiento del apartamento en que vivimos temporalmente se paraliza el proceso… En fin, comprar una casa en Estados Unidos a posteriori de la crisis del mercado inmobiliario de 2008 es un dolor de huevos.
De todas maneras, decidimos asumir el entuerto de la compraventa de un hogar para abandonar el despilfarro de un alquiler obligatoriamente caro. Orlando, Florida, la ciudad que nos acoge, está creciendo a pasos agigantados. Durante el pasado año fiscal, comprendido entre el 1 de octubre de 2015 y el 30 de septiembre de 2016, el estado de la Florida recibió la mayor cantidad de turistas de su historia. Este renacimiento, principalmente de los parques temáticos, vino acompañado de un boom laboral en las industrias de alimentos y hotelería. Y, claro está, esta meca se ha convertido en el destino obligatorio de miles de trabajadores puertorriqueños que huyen, como el diablo a la cruz, de los infortunios financieros del Estado Libre Asociado. Como sabemos, el crecimiento poblacional traerá bajo el brazo un considerable aumento en los alquileres de inmuebles, tal y como dictan las teorías de oferta y demanda. Así que, aguzados por las canas que nos van saliendo, y la panza que cargamos con mucha honorabilidad, decidimos tirarnos al mar ahora que está llanito.
Para mi esposo, comprar una casa es una gestión económica más o menos orgánica. Habiendo crecido en una familia de comerciantes guatemaltecos, lleva las matemáticas financieras con la misma dignidad que se carga el rosario a la iglesia en tiempos de Cuaresma. Por tanto, la casa que estamos a punto de comprar no es la casa de sus sueños, sino un espacio de transición necesario para comprar, en unos cuantos años, el hogar que satisfaga todas nuestras necesidades. Yo podría vivir en este prometedor espacio toda la vida. Confieso que ese tipo de maroma económica me da vértigo.
Recibí muchos golpes cada vez que intentaba manifestar mi personalidad. Lo intentó todo: me apuntó en clases de natación, pelota y baloncesto; me prohibió -por un tiempo- jugar con muñecas; se burlaba de los maricones delante de mí; me castigaba si lloraba demasiado por cualquier acontecimiento; la lista, queridos amigos, es larga.
Y sí, hablo desde el resquemor. Mi relación con mi padre ha sido siempre una relación complicada. Desde chico, la construcción de mi identidad como hombre queer se vio lacerada por su maltrato físico, porque lo humillaba mirar a su hijo mayor jugar con los tacones de las abuelas. Recibí muchos golpes cada vez que intentaba manifestar mi personalidad. Lo intentó todo: me apuntó en clases de natación, pelota y baloncesto; me prohibió -por un tiempo- jugar con muñecas; se burlaba de los maricones delante de mí; me castigaba si lloraba demasiado por cualquier acontecimiento; la lista, queridos amigos, es larga. Este rechazo machista, brutal y sistemático, acompañado de la nula cultura económica en el hogar, se intensificó al cubo cuando se enfermó de drogadicción. Su mal administrada personalidad colérica y sagitariana lo condujo por la calzada de la cocaína y el crack durante los años ochenta y noventa. Las deudas crecieron, como crecieron también las demandas y las incertidumbres en el seno familiar. Todos nos afectamos; todos. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Mi padre abandonó la droga en 2002, pero las secuelas de los años de su autodestrucción nos siguen matizando, como fantasmas, la hora del café y la visita del cartero. Ya casi hago los cheques por antonomasia, sin apenas preguntar qué Santo ni qué vela. ¿Qué si quise a mi padre? Lo adoré. Mi padre era un querendón labioso, con buen humor, con gracia; tenía un talento para engatusar a la gente que nunca supo sacarle un partido honesto y beneficioso.
Papi se murió en mis brazos de un infarto masivo. Esa mañana tomamos el último café. Tenía 60 años. Yo nunca antes había estado tan cerca de la muerte. Ese día, además del dolor de la pérdida, me hice consiente de lo corta e impredecible que es la vida. Ese día encaré mi propia mortalidad.
Por eso, la maroma de comprar una casa transicional mientras nos preparamos para adquirir la casa de nuestros sueños me aterra. ¿Cuántos años de vida me quedan? ¿Cuántos años de salud? ¿Me alcanzará la vida para saldar esa hipotética-hipoteca? ¿Qué sucedería si le falto a Carlos? ¿Podrá pagar su casa? ¿Podrá terminar de pagar por sus sueños? Y así, sucesivamente, me tortura esta sarta de pendejadas mentales que me distorsionan el juego que representa la vida.
A pesar de mis fantasmas, ¡vamos a comprar nuestra casa transicional! ¡Seré un “Home Owner”! Decidí embarcarme en esta vela que conduce mi matemático y audaz Virgilio. Y aunque no sé cuántos años me queden por delante, declaro larga vida para nuestros sueños maritales. Quiero jugar bien el juego de la vida, y persignarme con respeto ante la santísima trinidad de Trans Union, Experian y Equifax. Y que me acompañe mi rosario financiero cada vez que aparezca mi padre en las noches a susurrarme al oído: “recuerda, mijo, que la última la paga el diablo”.
Por Martha Mateo
La Tertulia 49 Era una mañana hermosa del 25 de noviembre de 1960 con un sol brillante, un clima desafiante, con colores radiantes reflejados en la belleza del vuelo de cientos de mariposas. Aquel día no era un día más de desesperanza para los habitantes de República Dominicana, un pueblo que se encontraba amenazado por un terrible tirano despiadado. Era un país de hermosos mares y palmeras, con mujeres valientes verdaderas guerreras, las cuales saben luchar y esperar inteligentemente hasta obtener cualquier cosa que quieran.
Aquel día, el sol se apagó para las 3 hermanas Mirabal, pero en el corazón del país, su luz de estrella, se encendió y brillo. Todo el pueblo lloró y cada dominicano se levantó y peleó. Lucharon unidos hasta destruir la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo… tal y como ellas tres hubieran querido; el pueblo se liberó y triunfó.
By Sharon Díaz
La Tertulia 49 “Adiós, malezas y flores / de la barranca del río, / y mis noches del bohío, / y aquella apacible calma, / y los viejos de mi alma, / y los hermanitos míos.” Luis Llorens Torres, Valle de Collores My “abuela” always used to say “Mija, a donde vayas la mancha de plátano nunca se altera”. Through my veins, and through the years, this phrase has deeply corrupted my heart, in a good, painful way. Your heart pumps but your brain lays still as you take a plane looking for a better life, saddening your grandma’s poem line “Mija, la mancha de plátano nunca se altera”. As you move along the line, your soul starts to tremble in fear of the new circumstances. “No, I will not turn back!”; it establishes a feeling of discomfort and discontent. Living in Puerto Rico and being Puerto Rican are two lonesome but relatable gleeful tracks, where politics and the wishful thinking of statehood become null every four years. Where being “prieto” or “jíbaro” merge together to become the most devious paradox. Browsing my family’s photo album, from my mother’s side I ask myself “Well, then…how immortal can my identity be?” -“ Dad, who are these?” -“Chica…esa es la gente del campo”. -“¿Del campo?...tell me about it”. -“It’s a long story…you see, your mother’s family…they all come from Spain, my family as well”. Sitting with my dad is like opening a book with many disjunctives…but within these, emotions may startled him as the past awakes many powerful images of sadness. Pictures that may compete with diaphanous representations of poverty and realism. Sand, transparency, dirty pants, footprints and barefooted. Mesmerized by these I pointed at one… “that’s your mother and this is your grandfather.” As I looked at these my sensibility arose, a feeling of tenderness entrapped me. These were yellowish with a smell of old. My mother’s little smirk, my grandfather’s feet shadowed with dark mud and other cousins represented perhaps the happiness of the era. They were hungry and poor, but they were right on the shore, palms touching the sun and the crystal clear water, quoting my mother “a picture never imagined”; but they were happy. Behind them there was a house, not in brick or cement, but made of straw supported by four concrete blocks. As my grandmother used to recall it, “éramos pobres pero nunca nos faltó nada”. Fourteen children they had, my mother was the oldest and her mother’s main support. My grandfather, he was a harvester, sweat and pain collapsed with moonshine every night, but he certainly provided for his family, and this fact my mother, aunts and uncles never denied. In fact they are so proud of my grandfather, we called him our hero. Behind my mother in this picture I was still captivated with, was my grandpa. He was a tall, thunder black figure, tangled with coffee bean smell. Like the king and queen they were for us, my mother would visit them every evening, every day. I would sit in the balcony for long hours just listening to him. His tongue would only express the nostalgia of the times. -“Porque mija, el Partido Popular es lo que nos ha dado la Fortaleza, y la confianza de que todo saldrá bien”. -“Abuelo, things have changed…”. -“Para nada. Cambiarán cuando por fin respetemos lo que nosotros mismos hemos condecorado y luchado”. -“Abuelo, but…how can we change?”.
-“Native American Ms. Carson?’
-“Oh yes of course, aren’t you indigenous?” Having familiarity with my ancestry never seemed curious, but her words stuck with me in my conscience; I still decided to bite my tongue. I got home and instinctively bombarded my parents with many questions while the chairs weren’t enough to sustain their bafflement. Answers came in, I understood. My parents kicked back, defensive and strong willed. They spoke with the dean: “porque la ignorancia se mata con educación”. I wore the costume proudly; I found my essence. The plane arrived, applauses signaled the beginning of a new existence. Between asphalt and pits, rivers and dumps, I had to uncover my dichotomy; who I have yet to become. However, life and destiny had other astute and calculating plans for me. I have learned, that your “mancha de plátano”, the dichotomies from which we’re born from, the unanswered questions, and uncertain future, will always be with us, unwillingly. Carrying us back to that Berlin Wall of strangeness and forced struggles. I can still remember the smell of everything Puerto Rico; Christmas, the food, the smell of Church on Sunday mornings…even the smell of the beach on Saturdays. These…are the images of nostalgia, the diasporican’s cry of freedom…and forgiveness. “Bueno mija, recuerda llamar a tu abuela…no te olvides. Y a mí me esperas allá que voy a llegar pal’ pavo”.
Por Ileana Pérez Rosario
La Tertulia 49 Nos miramos, reímos, nos fotografiamos; volvimos a mirarnos y luego reímos a carcajadas. En un instante, nuestras miradas se volvieron a encontrar mientras se detenía el tiempo, como si fuera la última vez. Caminábamos de la mano, algo que no suele pasar muy a menudo. Llegamos a nuestro auto, salimos de City Walk con el deseo de seguir rumbeando. Luego de haber colectado un par de tragos, ¡a quien no le sube la bilirrubina (como decía Juan Luis Guerra)!. A la misma vez las dos en voz alta proclamábamos: “Deberíamos ir a Pulse”. El anuncio decía: “¡Una noche latina, de salsa, merengue, bachata y reggaetón!” La última vez que habíamos ido la pasamos espectacular.
Llegamos. Me estacioné. Nos bajamos, pero en un abrir y cerrar de ojos estábamos en nuestro nido.
(Until this day I still don’t know why I drove to my apartment instead of Pulse) Around 12:45 p.m. I started laughing. It was a contagious laugh since you also responded the same way. And I told you: “Wow, we’re really getting old! Look what time it is! And we are going to bed!”. In the past, midnight was just the beginning. That night we lived, laughed and loved, like no other. We cuddled and fell asleep on each other’s arms.
Awakening to the tragedy of June 12th, 2016. ‘Orlando nightclub Mass Shooting” was the headlines everywhere. My mind was blown away.
No podía creer lo que había sucedido esa noche. Tuve varios días, when I was by myself, and suddenly I started crying and thinking: “What if we were there last night?". ¿Qué hubiera hecho? ¿A dónde hubiésemos corrido? ¿Por dónde nos hubiéramos escapado?. Me hacía tantas preguntas que mi mente parecía un enjambre de abejas. En un momento dado, visualicé que nosotras estábamos en una esquina sobre un río de sangre, mientras se escuchaba el sonido del pop, pop, pop! Intentábamos sobrevivir; intentábamos escapar. Te miré a la cara y vi en tus ojos lo aterrada que estabas. Luego otro pop, pop, pop!, y fue cuando te vi caer al suelo junto a mí. Quería gritar, quería abrazarte, quería protegerte, pero aquella bala me alcanzó primero a mí, dejando mi cerebro en un shock, sin moverme. Había observado lo más horrible en esta vida. Desde ese momento, miro a tus ojos como si fuera la última vez. Todavía hoy me pregunto qué tal si hubiésemos estado presente esa noche.
Por Adriana Patiño
La Tertulia 49 Colombiana que viva en el exterior y que se respete, hace tres paradas obligatorias al llegar a la ciudad que la vio nacer: donde el odontólogo de toda la vida, el médico de toda la vida y por supuesto, el peluquero de toda la vida. Algunas más exóticas visitan también al cirujano plástico; pero ese, no es el de toda la vida, ni es mi caso… Después de vivir tantos años en Estados Unidos, generalmente lo primero que hacía al regresar a mi ciudad natal era visitar a quien fuera mi peluquero por más de 20 años; por aquello de que “primero muerta que sencilla”. Pero él, Fabio, falleció algunos años atrás por causa de una neumonía. Su nombre aún permanece pegado en el timbre del edificio donde solía vivir y obviamente, en mi corazón. Cómo olvidarlo si fue mi consejero, mi asesor de imagen y sin lugar a dudas, el mejor escuchando historias de corazones rotos para después dejar escapar uno de sus sabios consejos al mejor estilo del budismo tibetano: “Usted es una güeva, deje de sufrir por maricadas”. ¡Ese bobo no sabe cuánto lo extraño! Una parada menos para mí… Mi ciudad natal es una completa locura: miles de carros que circulan por calles estrechas pitando estruendosamente; la gente hablando duro; se ven muchos vendedores ambulantes y los bien o mal llamados “locos”, aquellos que no se bañan hace mucho tiempo y que andan por ahí, sin rumbo, con un costal al hombro cargado quién sabe de qué, viviendo de la caridad de los ingenuos que creen que les piden dinero para comer y no para el vicio.
Como era la primera vez que visitaba la ciudad con mis hijos, yo no quería que ellos tuvieran una mala imagen; quería que vieran todo lo opuesto a esa parte de la sociedad a la que no llega el dinero del progreso ni de las oportunidades, porque ese dinero se queda en los bolsillos de los ladrones corruptos de cuello blanco. Recuerdo claramente la fuerza que hacía todo el tiempo por, de alguna manera, esconder lo que yo consideraba feo para ellos. Mis hijos estaban de 6 y 7 años respectivamente, y era gracioso porque como allá todo el mundo saluda incansablemente y entablan una conversación espontánea de cualquier cosa como el clima o el tráfico, mis hijos llegaron a pensar que yo era una persona famosa. Estaban sorprendidos porque veían a todo el mundo feliz.
Como no se puede pretender tapar el sol con un dedo, el tan temido momento llegó.
A lo mejor no es una historia muy trascendental, pero sí es un claro reflejo del colombiano de a pie, que literalmente se saca la papa de la boca para dársela a otro. De ese, que sin mucho estudio tiene la capacidad de devolverle a uno la fe en la humanidad. A esa parte de la sociedad que no conoce la repartición del tesoro público, pero sí la de valores fundamentales que, en últimas, son los que le dan el verdadero mérito a un ser humano. Jamás pensé que la lección de vida me la iba a dar ese vendedor ambulante, perteneciente a ese lado de la sociedad que yo quería esconderle a mis hijos, alguien tan incalculablemente valioso, quien teniendo tan poco, está en la capacidad de dar tanto.
Por Nemir Matos Cintrón
La Tertulia 49 "Pero que es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días de perfumes que vuelven como los adjetivos en el discurso". -Julio Cortázar Calle Cerra, 1940 La calle Cerra en la parada 15 de Santurce es una procesión de puertas y balcones desiguales desteñidos por las lluvias torrenciales del trópico y el sol avasallante. La lejía corre por las cunetas en su afán de aliviar los ácridos olores de la pobreza y la amenaza de malaria que arropa la capital. En el dintel del bar Asencio se dibuja la figura de Manuela, una travesti altiva y morena que desafía con la mirada a los hombres que la miran con desdén al pasar y a las mujeres que cruzan la calle cuando la ven. Se oye al fondo una guaracha de Myrta Silva. "¡Por aquí no ha pasado un tranvía!"—insinúa Manuela con su brazo apuntando a la entrepierna, sus labios en perfecta sincronía con la voz de la cantante. —"En Puerta de Tierra hay un brote de Malaria"—recuerda achicando los ojos mientras exhala el humo de un Chesterfield. —"Para allá no voy porque una nunca sabe quién te puede contagiar".
Irene mira con sigilo y premura las puertas abiertas a la calle de los negocios olientes a licor y cigarros. Trae los bolsillos llenos de caracolas, cansada de caminar a pie desde la playa del último trolley hasta Trastalleres. La mira el vendedor de chicharrón de cerdo, parado frente a Sierra, el negocio de importaciones de vituallas de Holanda. La gente se asoma a la vitrina de su carrito de madera y cristal pero no compra. Solo el pan. El vendedor observa la modesta elegancia de la niña, muy pálida para ser del trópico. Ella lo ignora, mientras fija la mirada en la ilustración de la fachada del negocio que exhibe un queso de bola rojo con su sello de marca. ¡Qué rico que sería comer queso de bola holandés con galletas export soda y café con leche muy dulce!
El show de mediodía se oye en la radio del Friquitín Arroyo "La playa de Vega Baja y la mar chiquita son rinconcitos...de ensoñación". Va tarde y tropieza con una pareja que sale de una cabina fotográfica de madera pintada de amarilla y roja en la esquina de la calle Hoare y la Fernández Juncos. La cabina tiene como fondo una pared pintada con falso paisaje de palmeras. Un esquinero ubicado en el centro frente al paisaje lee "Solo en ti vivo pensando". Lo corona una botella de vino y una lata de salchichas. El fotógrafo coloca una mujer triste y bella junto a un hombre de tez oliva, sonrisa campechana y confiada. Él le aprieta la cintura mientras ella parece conjurar a otro. Tras el lente, mira a ese hombre imposible al cual amaba—Irene- "mijita, no vas a escoger un mecánico, siempre con las manos sucias. Ese muchacho Nemesio anda presentable y almidonado. Es un poco mayor que tú pero eso es bueno. Un hombre responsable". Ella no sabía porqué pero tenía muchas dudas y recelos. No confiaba en este hombre de mucha labia y poesía trillada. Hubiera preferido la mano áspera de su mecánico de ojos oscuros de noche sin estrellas y pelo rizado por el sudor de la faena. Irene se da cuenta de que ella es la mujer que acaba de tomarse la foto junto a ese hombre quien abrazaba a su pareja tenazmente. Reconoce que se estaba mirando en el pasado. Que miraba a la adolescente que había sido. Que era ella quien salía de la cabina fotográfica de la mano del hombre a quien ahora recordaba caminar frente a ella mientras, cuando apenas púber, recogía caracolas en la playa. De repente recordó que Nemesio iba acompañado por esa mujer de la que se enteraría luego seguiría en su vida y sería la causa de su desamor. Decidió que a veces es mejor no tener memoria.
Nemesio Matos e Irene Cintrón.
By Sharon Díaz
La Tertulia 49 I woke up from a nightmare….a dreadful nightmare. I saw his face one afternoon, I greeted him as his smile reminded me of the impact a teacher can have in someone else’s life, perhaps we never realize how losing a cherished heart will forever leave an open wound, waiting to heal. I asked him “So nice to see you Simon!”, “Hello Miss! I’m ready for graduation!”, “I’m so happy for you!” “Va a estar allí, ¿verdad?”, “Of course, why wouldn’t I?”. I walked away, one last time I turned my back, I glanced back at him and he waved his last goodbye. I would’ve never thought, not once in a million years, that one of my birds, carefully designed, perfected, intellectually seeded and grown and formed by my hands momentarily, ….would fly away from this world unexpectedly, as quick as thin air leaves a soul. Perhaps, this world is not for us to bleak upon, perhaps there are only a privileged kind, chosen to gracefully lighten up obscure days upon us. I went back to my office, I felt so proud of all battles he and many others have won, against odds, against society’s biased hatred and confusion. Between love and forgiveness, Simon won, I am sure he won with colossal delight and dignity. Pulse…our home, my home. Many nights of peace, love, friendship, kindness, music subliminally entwining us to dance, obliterating all traces of judgement; Pulse was the only place angels disregarded colors, religions, sexual preferences…none of these were existent. We just danced, without fears, our spirits felt perpetual. June 11th, 2016: I brimmed the day; we had dinner, we went to the movies. Unexpectedly, my pulse longed for one night, of paradise in Athens. I could not resist the urge, as I looked at her face, her eyes presume the love we have for each other. Those sweet eyes, always looking at me with confidence, and forgiveness. I thought ,it is the perfect timing, let's dance the night away, my love. I texted my flower friend, Laura. "Hey, let's go to Pulse", "ok". As we walked to the car, we recalled all the wondrous nights we have had in our home, with friends, family, even foes. I still remember, the last trip I made with my mother to Orlando, before she passed away, a year later. On one of those nights, my brother took me and my sister to PULSE Nightclub; "oh the music! The people dancing! The queens performing their ballads! How much love I can breathe!"; these were my sister's remarks. We arrived home by 4:00am, my parents were asleep, but my brother, my sister and I kept dancing around the living room fooling around with his pink corset, his husband's tiara and his feather boa...the energy filled us, completely. Years later, I could still felt the love emerging, nothing had changed. June 11th midnight: We sat in the car, drove away. As we stopped on the red light, my stomach knotted, I felt as the unimaginable would happen, a sense of awareness. She kept driving, took the highway and arrived at Paramore St. Laura texted me back "hey, I think it's too late, there are no chairs at this time". We kept driving around, we arrived at Church street. June 12th 12:30 am: We drove by PULSE...the music was loud, and only cheerful, ecstatic faces were coming in and out the club. "Hey, I'm hungry, should we stop by IHOP first? We can grab something to eat and then come back", "good idea". Call it fate or déjà vu, something told me this was not the night to feed our urge of dancing. Laura texted me again, "listen, something don't feel right, rain check me for tomorrow". Laura, one of many of my life's guardian angels, confidant and dare to say, alter ego, shook up even more this feeling of uncertainty. "Baby, let's go home, let's come back tomorrow. Sundays are more mellow" , "yeah, let's go home". We fell asleep. The moon was full, I felt it trembling on the unexpected dark timeline about to happen in a couple of hours. Nemir Matos Cintrón reads her poem "Pulse Orlando".
June 12th 7:30am: Text messages became our alarm for the day., we did not answer, an hour has passed...my sister called, I answered "are you guys ok? Why haven't you call us? We were worried sick!", "but, why? What's wrong?" "didn’t you post last night you were going to PULSE?" "well, yes...”, "then, watch the news!!". I jumped from my bed, I turned on the TV...
Only darkness and fear...is all I could see..."Iliana!!!!" We were in awe...our hearts shattered in uncountable pieces...I grabbed my phone, my hand was shaking uncontrollably, 15 unread text messages to be exact. My dear friend Antonio...three unread text messages...Laura, 4 unread text messages, my brother, 6 unread text messages, my dad, my sister, my aunt, my mother in law, my sister in law...the list of many loved ones' unanswered texts... "We are ok", I had no words...nothing else I could say...but "we are ok". Five hours later, the list of victims and wounded showed up... One name..."No! It cannot be! Simon, there is one Simon! Last name, what's the last name! Carrillo! No!" A sudden instant pain got ahold of me...I could not grab the chair, I felt I was living a nightmare from which I couldn't wake up. Everything around me suddenly paused. They say our life's precious moments will replay in your head on your last breath of life, but for me my first replay moment happened on June 12..."estará en mi graduación, ¿verdad?" "of course, why wouldn't I Simon?" Once again, he waved goodbye. I'm sorry Simon! I'm sorry for destiny's foul play, I'm sorry it took your bright future away, I'm sorry your family couldn't see your graduation day, I'm sorry for the pain, suffering, and agony you went through those last hours. Orlando and my community will never be the same again. This attack shook our soul, a year later it is still remembered. Against all odds we became stronger and our purpose now is to bring awareness of our presence, we are here and we will fight. The warriors and soldiers of this battle are the writers, artists, teachers, politicians, college students among many others; these are the harvesters, planting the seed of love and acceptance in our future generation. Sharon Diaz reads her poem "Scarlet and P.U.L.S.E." |
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