Por Nemir Matos Cintrón
La Tertulia 49 "Pero que es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días de perfumes que vuelven como los adjetivos en el discurso". -Julio Cortázar Calle Cerra, 1940 La calle Cerra en la parada 15 de Santurce es una procesión de puertas y balcones desiguales desteñidos por las lluvias torrenciales del trópico y el sol avasallante. La lejía corre por las cunetas en su afán de aliviar los ácridos olores de la pobreza y la amenaza de malaria que arropa la capital. En el dintel del bar Asencio se dibuja la figura de Manuela, una travesti altiva y morena que desafía con la mirada a los hombres que la miran con desdén al pasar y a las mujeres que cruzan la calle cuando la ven. Se oye al fondo una guaracha de Myrta Silva. "¡Por aquí no ha pasado un tranvía!"—insinúa Manuela con su brazo apuntando a la entrepierna, sus labios en perfecta sincronía con la voz de la cantante. —"En Puerta de Tierra hay un brote de Malaria"—recuerda achicando los ojos mientras exhala el humo de un Chesterfield. —"Para allá no voy porque una nunca sabe quién te puede contagiar".
Irene mira con sigilo y premura las puertas abiertas a la calle de los negocios olientes a licor y cigarros. Trae los bolsillos llenos de caracolas, cansada de caminar a pie desde la playa del último trolley hasta Trastalleres. La mira el vendedor de chicharrón de cerdo, parado frente a Sierra, el negocio de importaciones de vituallas de Holanda. La gente se asoma a la vitrina de su carrito de madera y cristal pero no compra. Solo el pan. El vendedor observa la modesta elegancia de la niña, muy pálida para ser del trópico. Ella lo ignora, mientras fija la mirada en la ilustración de la fachada del negocio que exhibe un queso de bola rojo con su sello de marca. ¡Qué rico que sería comer queso de bola holandés con galletas export soda y café con leche muy dulce!
El show de mediodía se oye en la radio del Friquitín Arroyo "La playa de Vega Baja y la mar chiquita son rinconcitos...de ensoñación". Va tarde y tropieza con una pareja que sale de una cabina fotográfica de madera pintada de amarilla y roja en la esquina de la calle Hoare y la Fernández Juncos. La cabina tiene como fondo una pared pintada con falso paisaje de palmeras. Un esquinero ubicado en el centro frente al paisaje lee "Solo en ti vivo pensando". Lo corona una botella de vino y una lata de salchichas. El fotógrafo coloca una mujer triste y bella junto a un hombre de tez oliva, sonrisa campechana y confiada. Él le aprieta la cintura mientras ella parece conjurar a otro. Tras el lente, mira a ese hombre imposible al cual amaba—Irene- "mijita, no vas a escoger un mecánico, siempre con las manos sucias. Ese muchacho Nemesio anda presentable y almidonado. Es un poco mayor que tú pero eso es bueno. Un hombre responsable". Ella no sabía porqué pero tenía muchas dudas y recelos. No confiaba en este hombre de mucha labia y poesía trillada. Hubiera preferido la mano áspera de su mecánico de ojos oscuros de noche sin estrellas y pelo rizado por el sudor de la faena. Irene se da cuenta de que ella es la mujer que acaba de tomarse la foto junto a ese hombre quien abrazaba a su pareja tenazmente. Reconoce que se estaba mirando en el pasado. Que miraba a la adolescente que había sido. Que era ella quien salía de la cabina fotográfica de la mano del hombre a quien ahora recordaba caminar frente a ella mientras, cuando apenas púber, recogía caracolas en la playa. De repente recordó que Nemesio iba acompañado por esa mujer de la que se enteraría luego seguiría en su vida y sería la causa de su desamor. Decidió que a veces es mejor no tener memoria.
Nemesio Matos e Irene Cintrón.
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La Tertulia 49Photo by Rawpixel on Unsplash Categories
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